'Y ser Roma, para que todos los caminos te lleven a mí.'
Me late el corazón, deprisa. Demasiado deprisa.
Creo que es porque hace nada tenía tu respiración a menos de
dos milímetros de la parte oeste de mi cuello y hoy no y que mal llevo eso.
Mis dedos siempre acarician este teclado y, sin embargo, hoy
lo golpean perdiéndose en el recuerdo de lo fugaces que fuimos la otra noche.
Menos mal que no somos estrellas, que nuestra historia se
construye a golpes de instantes de hoy sí, mañana no y pasado tal vez. Y qué
bien llevo eso.
Que no sé cómo se hacen las cosas, nunca lo he sabido y no
sé si lo llegaré a saber, pero, ¿Qué más da?
Dicen que la vida se mide en momentos que te dejan sin
respiración y, querido, contigo me toca pensar en que tengo que inhalar algo de
aire de vez en cuando a cada instante. Fugaz. Ya sabes. Como nosotros.
Las tardes de domingo se inventaron para que yo me inspirase
de tu ausencia y, es extraño, pero qué bien lo llevo y qué mal lo llevo a la
vez.